domingo, 15 de octubre de 2017

¿Culturas excluyentes?

Somos una única especie cultural
El Roto

    Estos días asistimos al intento de justificar un orden jurídico y político en base a identidades culturales. La insistencia en una identidad cultural con fines políticos suele presentarse bajo una doble máscara: mítica y utópica.

     Las identidades míticas recrean su pasado histórico como una edad de oro perdida, o bien como el desgarro de una injusticia cometida de la que se ha sido, presuntamente, víctima. Cuando muestran su lado utópico, se proyectan al futuro idealizado del que participarán todos los que se adhieran a él. De esta manera, hay un fin identitario colectivo cuyo valor es superior al de los individuos, por lo que éstos deben sacrificarse a él, porque el fin justifica los medios.

     Así de esta manera, las personas son privadas de libertad y se les obliga a sumarse a una identidad comunitaria común. El hecho de querer subordinar la ciudadanía a una identidad cultural, nacional, étnica, lingüística, histórica, etc representa la  negación de lo que significa la democracia que busca la inclusión de todos; es decir, la integración de la pluralidad, el pluralismo, no la exclusión de “los que no son como nosotros”.

    Es preciso que seamos conscientes de que no se puede reducir nuestras maneras de ser y relacionarnos, a una interpretación restrictiva de lo que supuestamente “se debe ser”; quizás en vez de hablar de pluralidad de culturas, como marcos cerrados, deberíamos hablar de una cultura humana de carácter plural, con conciencia planetaria global de nuestra pertenencia al género humano.

    Todos los sistemas culturales forman parte de la humanidad, por ello son fruto de una evolución cultural polimórfica. No hay cultura que no sea el resultado de una mezcla de culturas. Cultura es aquello que nos permite adaptarnos al medio ambiente como seres humanos, por lo que nuestra identidad es común, lo que compartimos en tanto humanos que somos. Hablar de identidades que justifican modos de ser excluyentes, no resuelve problemas de convivencia, solo la dificulta. No debemos olvidar que somos una especie cultural que se dice de muchas maneras.


Os recomiendo este artículo: Por qué nos iremos de Cataluña 
Marco Hulsewe, empresario y expresidente del Círculo de Empresarios Holandeses relata su deseo de abandonar Barcelona ante la situación de exclusión que él y su familia están viviendo. Empieza así:

     "En un ya lejano 1995 vine a Barcelona como tantos otros expatriados. Contratado por una multinacional alemana que después de un periodo de formación en EEUU, Países Bajos y Alemania me mandaba a España.Para mí era la realización de un sueño como hijo de madre asturiana y padre holandés poder por fin ir a trabajar a España y encima Barcelona. Una ciudad que estaba recién instalada en el estrellato mundial después de los mejores Juegos Olímpicos de la historia. En esa España tan admirada en el resto de Europa y mejor ejemplo de las bendiciones de la integración Europea.
Pasé por una de las principales escuelas de negocios del mundo, la IESE, y me casé con una violinista de Bilbao. Creamos una familia con tres maravillosas hijas. Con sudor y perseverancia he ido construyendo mi propia empresa dedicada a las finanzas corporativas, con cada vez más trabajo a nivel internacional. ¿Qué más se puede tener?
4 de octubre 2017. Estamos reunidos con varios padres del colegio. Uno es abogado, otro ingeniero, otro banquero y otro, directivo de una bodega catalana. Tema de conversación: estamos pensando en marcharnos de Barcelona. Si sigue así la situación nos vamos. Ya no me hablo con mi suegro. Me he peleado con el vecino de la escalera por quitar un póster de Ómnium Cultural y me insultó por no ser catalán. ¿Qué ha pasado?.."


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