lunes, 2 de octubre de 2017

Construir una sociedad cosmopolita


Enrique Flores
      Recordando lo trabajado en clase, os llamo la atención sobre este artículo que se puede leer hoy en el diario El país: Un relato de España, de Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia.

      Cosmopolita o “ciudadano del mundo” es un concepto griego usado por primera vez por los filósofos estoicos allá por el año 301 a.C, pensado como modelo de ciudad de común, de una razón universal de la cual participan todos los seres humanos. 

    Marco Aurelio, filósofo y emperador romano escribió: “ Si la mente nos es común, la razón, por la cual somos racionales, no es también común; y si esto es así, nos será igualmente común la razón que dispone lo que se ha de hacer o no. Admitido lo cual, la ley no es común, y siendo así, somos ciudadanos y participamos, por ende, de un cuerpo político, por el cual el mundo viene a ser como una ciudad.”    Pensamientos

     Más allá de la cuestión  filosófica, actualmente los cosmopolitas creen que la persona debe adquirir compromisos voluntarios y el derecho a la participación activa en el lugar que selecciona para residir. De esta manera, más que el sentimiento de pertenencia a una etnia, cultura, o lugar, el cosmopolita defiende una comunidad de ciudadanos libres de cualquier prejuicio nacional, étnico, sexual o religioso, la equidad de género, la globalización democrática y la educación y atención sanitaria para todos.

     Todavía recordamos cuando al hilo de la mezcla de culturas y formas de vida, decíamos que Barcelona era una ciudad cosmopolita, lamentablemente el relato que nos traslada es otro. Hoy escribe, la profesora de ética, Adela Cortina que el sí a la independencia en Cataluña supone anclarse en una forma excluyente de entender la ciudadanía, rechazando “el vínculo entre los pueblos de España, que tienen mucho que ofrecer en el concierto mundial desde una articulación de unidad y pluralidad que tan pocos países han sabido engarzar”.

     España adolece de un relato, nos dice, sin embargo “ como los relatos arrancan del pasado y sobre todo han de proyectarse al futuro, a las altura del siglo XXI, en el horizonte de un mundo global, no creo que haya proyecto más ilusionante y atractivo que el que esbozaron los ilustrados en el siglo XVIII, haciendo pie en el estoicismo y el cristianismo: el de construir una sociedad cosmopolita, en que sea posible erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades, conseguir que ningún ser humano se vea obligado a emigrar, porque todos son ciudadanos de ese mundo. La globalización ha traído recursos que nunca pudimos soñar para ir adensando el grado de democratización de los distintos países, reforzando los vínculos legales y éticos con otras comunidades, que hoy en día ya comparten soberanía gracias a las uniones supranacionales, como la Unión Europea, y a la multiplicación de entidades internacionales, que podrían ser el germen de una gobernanza mundial. Es sin duda un proyecto y un relato que une los sentimientos a la razón”.



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